martes, 14 de diciembre de 2010

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¿ A qué sabe la LUNA ?


Hace unos meses, en un curso de animación sociocultural, me encontré con una fábula que me encantó. En realidad se trata de una adaptación de dos cuentos infantiles: “Un poquito más”(Canetti, Yanitzia) y “¿A qué sabe la luna?” (Grejniec, Michael)
Es una historia de deseos "inalcanzables" que son alcanzados, pero no te cuento más...
Hoy la comparto contigo, quédate con su mensaje,¿vale?
Estoy segura de que los peques y no tan peques que te rodean estarán encantados de escucharte contarla.

Disfrútala:

¿A QUÉ SABE LA LUNA?

Hacía mucho tiempo que los animales de todo el planeta deseaban averiguar a qué sabe esa bola redonda que brilla por las noches en el cielo. ¿Quién es esa bola redonda que brilla por las noches en el cielo? (La luna). Y, ¿a qué sabe la luna?, ¿será dulce o salada? Tan solo querían probar un pedacito. Por las noches, miraban ansiosos hacia el cielo. Se estiraban e intentaban cogerla, alargando el cuello y las patas. Pero todo fue en vano.
Un buen día, el elefante despampanante decidió subir a la montaña más alta para poder tocar la luna. El elefante despampanante se empeñó en subirse a un árbol grande que estaba en lo alto de la montaña. Y tanto lo intentó y lo intentó, que por fin lo logró.
El elefante despampanante pensó con entusiasmo:

ELEFANTE: “Si un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña, ¿por qué no puedo yo balancearme de una rama del árbol de la montaña y llegar hasta la luna?”.

Entonces se agarró de la rama más fuerte de aquel árbol, y empezó a balancearse alegremente mientras cantaba:


ELEFANTE:
Un elefante
se balanceaba
de una rama del árbol
de la montaña…

Y tanto se balanceó que la rama se rompió. El elefante terminó rodando montaña abajo, y se lastimó una de sus cuatro patotas. Fue tal el estruendo, que todos los animales de la montaña, la sabana, la selva, el desierto, el río y el Polo Sur, se enteraron de que un elefante despampanante se había caído de un árbol intentando coger la luna. Algunos fueron a socorrerlo.
La primera en acudir fue una cebra. Ella estaba muy cerca, pastando en la sabana, y alcanzó a ver la nube de polvo que levantó el elefante despampanante al caer.

CEBRA: ¿Necesitas ayuda, amigo?

ELEFANTE: ¡Ay, sí, cebrita, cebrota, ayúdame a levantar, que me rompí una patota y a la luna no puedo llegar!

CEBRA: No te preocupes, amigo, eso a veces pasa. Te cargaré yo solita y te llevaré a tu casa.

Entonces la cebra reunió todas sus fuerzas y trató de cargar al elefante despampanante. Pero por más que trató y trató, no lo logró.

CEBRA: Eres un elefante bastante despampanante. Para poder levantarte, necesito un ayudante.

En eso llegó un gorila desde la selva.

GORILA: ¿Necesitas ayuda, amigo?

ELEFANTE: ¡Ay, sí, gorilita, gorilote, ayúdame a levantar, que me rompí una patota y a la luna no puedo llegar! La cebra ya lo ha intentado pero yo soy muy pesado.

GORILA: La cebra no puede sola pero entre los dos, quizás. Yo soy muy fuerte y mi fuerza puede lograr algo más.
Entonces la cebra y el gorila reunieron todas sus fuerzas y trataron de cargar al elefante despampanante. Pero por más que trataron y trataron, no lo lograron.
GORILA: Eres un elefante bastante despampanante. Para poder levantarte, hace falta otro ayudante.

En eso llegó un camello desde el desierto.

CAMELLO: ¿Necesitas ayuda, amigo?

ELEFANTE: ¡Ay, sí, camellito, camellote, ayúdame a levantar, que me rompí una patota y a la luna no puedo llegar! Ya dos lo han intentado pero yo soy muy pesado.

CAMELLO: Entre los dos no pudieron, pero entre los tres, quizás. Yo soy muy fuerte y mi fuerza puede lograr algo más.

Entonces la cebra, el gorila y el camello reunieron todas sus fuerzas y trataron de cargar al elefante despampanante. Pero por más que trataron y trataron, no lo lograron.

CAMELLO: Eres un elefante bastante despampanante. Para poder levantarte, hace falta otro ayudante.

En eso llegó un hipopótamo desde la orilla del río.

HIPOPÓTAMO: ¿Necesitas ayuda, amigo?

ELEFANTE: ¡Ay, sí, hipopotamito, hipopotamote, ayúdame a levantar, que me rompí una patota y a la luna no puedo llegar! Ya tres lo han intentado pero yo soy muy pesado.

HIPOPÓTAMO: Entre los tres no pudieron, pero entre los cuatro, quizás. Yo soy muy fuerte y mi fuerza puede lograr algo más.

Entonces la cebra, el gorila, el camello y el hipopótamo reunieron todas sus fuerzas y trataron de cargar al elefante despampanante. Pero por más que trataron y trataron, no lo lograron.

HIPOPÓTAMO: Eres un elefante bastante despampanante. Para poder levantarte, hace falta otro ayudante.

En eso llegó un pingüino desde el polo Sur.

PINGÜINO: ¿Necesitas ayuda, amigo?

ELEFANTE: ¡Ay, sí, pingüinito, pingüinote, ayúdame a levantar, que me rompí una patota y a la luna no puedo llegar! Ya cuatro lo han intentado pero yo soy muy pesado.

PINGÜINO: Entre los cuatro no pudieron, pero entre los cinco, quizás. Yo soy muy fuerte y mi fuerza puede lograr algo más.

Entonces la cebra, el gorila, el camello, el hipopótamo y el pingüino reunieron todas sus fuerzas y trataron de cargar al elefante despampanante. Trataron y trataron y casi lo logran, pero se rindieron de tan cansados que estaban.

PINGÜINO: Eres un elefante bastante despampanante. Para poder levantarte, hace falta otro ayudante.

Un ratoncito que estaba en el árbol y que había visto todo, quiso ayudar, pero era tan pequeño y tan poquita cosa que no se había atrevido. Por fin se animó y dijo:

RATÓN: Oigan, amigos, tal vez yo pueda ayudar también. Seríamos seis.

Los demás animales no sabían de dónde salía aquella vocecita hasta que el pingüino se dio cuenta. Y burlonamente le dijo:

PINGÜINO: ¿Túuuuuuuuuuuu? ¿Cómo se te ocurre meterte en un problema de mayores. Apenas puedes con un trocito de queso. ¡Bah!, no nos hagas perder el tiempo, amiguito, esto es un asunto demasiado serio. Regresa a tu madriguera.

Pero el ratoncito insistió tanto que el elefante dijo:

ELEFANTE: ¡Ay, sí, ratoncito, ratonzote, ayúdame a levantar, que me rompí una patota y a la luna no puedo llegar! Ya cinco lo han intentado pero yo soy muy pesado.

RATÓN: Entre los cinco no pudieron, pero entre los seis, quizás. Yo no tengo tanta fuerza, pero es un poquito más.

Entonces la cebra, el gorila, el camello, el hipopótamo, el pingüino y el ratoncito reunieron todas sus fuerzas y trataron de cargar al elefante despampanante. Trataron y trataron. Y otra vez, trataron y trataron. Y una vez más trataron y trataron. Y casi lo logran, casi, casi, casi lo logran hasta que ¡lo lograron!

Y todos dijeron con alegría: Eres un elefante bastante despampanante. Pero para ayudarte, no hizo falta un gigante.

Y ahora ya sabemos, por nuestra propia experiencia, que hasta un POQUITO puede ¡hacer la GRAN diferencia!



Unas semanas después, el elefante despampanante ya se había recuperado de su patota rota, y decidió volver por la noche a lo alto de la montaña, para ver si, esta vez, podía alcanzar la luna y averiguar a qué sabe. La luna estaba más cerca, pero el elefante despampanante no podía tocarla. Como había aprendido la lección, y es mejor contar con ayuda, se acordó de sus nuevos amigos y los fue llamando uno a uno: cebrita, cebrota; gorilita, gorilote; camellito, camellote; hipopotamito, hipopotamote; pingüinito, pingüinote y ratoncito, ratonzote. Poco a poco todos los animales se fueron acercando a la cima de la montaña donde les esperaba el elefante despampanante. A continuación, entre todos, idearon un plan. La cebra se subiría a la espalda del elefante, el gorila a la espalda de la cebra, el camello a la espalda del gorila, el hipopótamo a la espalda del camello; el pingüino a la espalda del hipopótamo y el ratoncito a la espalda del pingüino.


La luna juguetona se alejaba cada vez un poquito más, de modo que no lograban alcanzarla. En ese momento llegó el ratoncito, que había tardado más porque sus patitas son más cortas. La luna al verlo pensó:

LUNA: “Seguro que un animal tan pequeño no podrá cogerme”.
Y como empezaba a aburrirse con aquel juego, la luna se quedó justo donde estaba. Entonces el ratoncito subió por encima del elefante despampanante, de la cebra, del gorila, del camello, del hipopótamo, del pingüino y…de un mordisco, arrancó un trozo de luna.

Lo saboreó complacido y después fue dando un pedacito al pingüino, al hipopótamo, al camello, al gorila, a la cebra y al elefante despampanante.


Y la luna les supo exactamente a aquello que más le gustaba a cada uno.

Aquella noche, los animales durmieron muy, muy juntos, satisfechos por saber a qué sabe la luna, y con la alegría de haberlo conseguido con la ayuda de todos.

Y colorín, colorado, ¡a la luna hemos llegado!


Y bien...¿Qué te ha parecido?

Ahora coge impulso y persigue tus sueños y si te caes te levantas y si no puedes porque en la caída te has hecho daño, entonces mira a tu alrededor...¿Ves? No estás sol@. Hasta el ratoncito más pequeño quiere ayudarte ;)... Recuerda, Somos necesarios.
El día que alcances tus deseos "inalcanzables",sólo espero que vengas a contarme a qué te sabe la LUNA.


Ahora sí, me despido, hasta otro día. Sonríe.

PD. La vida no es esperar a que pase la tormenta. La vida es aprender a bailar bajo la lluvia.

Saludos lunáticos.

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